La voluntad como toda facultad, si no se usa, puede atrofiarse. Existen muchos peligros hoy en día que no nos dejan ejercitar nuestra fuerza de voluntad, quisiera que analizáramos tres enemigos que en muchas ocasiones impiden que logremos realizar nuestros buenos propósitos.
El primer enemigo es decir, la falta de confianza en nosotros mismos. Al proponernos un ideal nos puede parecer tan alto que lo convertimos en un sueño, en una idea buena, pero inalcanzable. No nos sentimos capaces de llegar nunca a nuestra meta y nos descorazonamos antes de comenzar. No se trata de ser ingenuos y pretender alcanzar nuestras metas sólo con buenos deseos, pero si tener confianza que con la ayuda de Dios los podemos lograr.
El segundo enemigo es la soberbia que se manifiesta en la resistencia a dejar de ser como soy para transformarme en lo que Dios quiere que sea. Es una soberbia sutil, encubierta de buenas formas y que desemboca en una actitud de comodidad porque sabemos que el cambio implica sacrificio.
El tercer enemigo son nuestros sentimientos cuando los convertimos en nuestra única guía para actuar. Me convierto en una persona reactiva. Hoy me levanto con una gran ilusión pero si me ocurre algo en el camino me siento herido y me desanimo.
San Pablo nos presenta un panorama de lo que es enfrentar las dificultades con Cristo: “Yo sé vivir tanto en las privaciones como en la abundancia; estoy hecho absolutamente a todo, a la saciedad como al hambre, a tener de sobra como a no tener nada. Yo lo puedo todo en aquel que me conforta. Filipenses 4, 12s En resumen, no le hables a Dios lo grande que son tus problemas diles a tus problemas lo grande que es Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario