La autoridad es indispensable para poder tener una vida organizada en sociedad. Dios es creador de todas las cosas y manifestó su autoridad cuando estableció un orden en la naturaleza. De esa autoridad divina son partícipes los padres. La misma es muy necesaria para el desarrollo adecuado de las futuras generaciones. Todos tenemos la experiencia de que la ausencia de reglas consistente en la educación de los hijos, no permite el adecuado desarrollo de su carácter. El no tener que afrontar la disciplina, provoca una falta de entereza ante las pruebas que tendrán que enfrentar a lo largo de su vida. Sin embargo, el establecer pautas no es siempre fácil. Porque siempre nos asalta la duda de cómo encontrar el adecuado equilibrio entre libertad y disciplina. Todos los padres aspiramos que nuestros hijos elijan el camino del bien, no por obligación, sino por convicción. Porque sabemos que el comportamiento que nace de una firme convicción permanece para toda la vida. Pero qué las cosas que se hacen por obligación, tan pronto percibimos la ausencia de la autoridad, abandonamos dicho comportamiento. Ante el dilema de querer aleccionar a nuestros hijos y a la vez no provocar una reacción contraria de rebeldía, ante las cosas buenas qué queremos inculcarles. Frente a esta dificultad pienso que el camino más adecuado es procurar hacer creíble lo que vamos a enseñar, siendo nosotros ejemplo de lo que decimos creer. No se puede prescindir de un buen testimonio de vida en la educación de nuestros hijos. Si queremos lo mejor para nuestro hijos debemos empezar como padres por darle un mejor ejemplo de vida viviendo la virtud sin hipocresía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario