La Organización Mundial de la Salud, indica que cada año se suicidan más de 800.000 personas. En Panamá según el Ministerio de Salud, la tasa promedio es de 5,6 personas por cada 100.000 habitantes. En los últimos años, se ha dado una mayor incidencia en casos de suicidio por parte de jóvenes que oscilan entre los 15 y 29 años de edad, teniendo mayor tendencia el sexo masculino.
El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar su vida, que es un don, que Dios nos ha confiado para que lo administremos con sabiduría. Por ello el suicida no solo se hace daño a sí mismo, sino que también priva injustamente a sus familiares y amigos de su presencia.
¿Por qué se suicidan las personas? No lo sabemos a ciencia cierta. Sin embargo, en algunas ocasiones los trastornos síquicos graves, la angustia, el temor, o el sufrimiento pueden conducir a una persona a tomar esta lamentable determinación. Mucha de la angustia que sufre el ser humano hoy día, no es producto de los problemas o las dificultades que puedan existir a su alrededor, sino de sus esfuerzos infructuoso por buscar un sentido último y más elevado a su existencia. Por ello, es de vital importancia saber orientar nuestra vida en pos de un fin que pueda satisfacer nuestras ansias de sentido y propósito.
El vacío existencial que lleva a una persona a la angustia no es más que la ausencia de Dios en su vida. Mientras sigamos mendigándoles a las criaturas lo que solo el Creador nos puede brindar, estaremos perdidos en una constante insatisfacción. Como nos enseña nuestro padre San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en ti..." (Confesiones).
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