domingo, 5 de junio de 2016

Amabilidad


Los últimos años hemos percibido un aumento generalizado de la tensión nerviosa en los ciudadanos de nuestro país. En particular en la ciudad capital, dónde el congestionamiento vehicular, en ocasiones hace que surja lo peor de nosotros, mientras conducimos. Personas de todas las razas, edades y condición social, se transforman en gladiadores en medio de las avenidas de nuestra ciudad. Nuestras calles se transforman en campo de batalla, en el que se lucha por llegar lo antes posible. Lo lamentable es que no percibimos qué parte de esa ofuscación, la llevamos a nuestros hogares sitios de trabajo y lugares de esparcimiento, contaminándolo todo con una indeseable agresividad. En medio de esta vorágine, pareciera que muchos de nosotros hemos olvidado practicar la virtud de la amabilidad. Las Sagradas Escrituras nos recuerda: Que no hablen mal de nadie ni sean pendencieros, antes bien amables, y que se muestren bondadosos con todos.” Tito 3,2
Esta virtud nos lleva a preocuparnos por las demás que se cruce en nuestro camino, sabiendo que todos los seres son amados por Dios. Gracias a la amabilidad podemos con pequeños gestos, alegrar la vida de las personas. Al esforzarnos por ejemplo, en demostrarle amor y comprensión al que está triste o necesita nuestra ayuda, aunque no esté a nuestro alcance resolver sus problemas.
Debemos esforzarnos por ser amable en la relación de pareja, con nuestros hijos, que muchas de su autoestima depende del trato que los padres le brindemos y finalmente nuestros familiares, amigos y conocidos que esperan de nosotros consuelo, comprensión y cercanía. Como nos dice la Biblia: “Hay tres cosas que me gustan, que agradan a Dios y a los hombres: concordia entre hermanos, amistad entre vecinos, mujer y marido que se llevan bien.” Eclesiástico 25, 1

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