martes, 21 de junio de 2016

Orden y Disciplina



En la enciclopedia digita Wikipedia encontré una definición de disciplina que me gusto: “en su forma más simple es la coordinación de actitudes, con las cuales se instruye para desarrollar habilidades, o para seguir un determinado código de conducta u orden." En nuestra vida hemos tenido en diversas ocasiones que aplicar disciplina para lograr algún objetivo. Es sabido que cada vez que hemos alcanzado nuestras metas es porque hemos aprendido a poner en orden nuestras actitudes frente al reto que tenemos que cumplir. Desde la más sencilla, hasta la más compleja, todas nuestras metas requirieron aprender a discernir qué era lo importante y qué cosas debimos prescindir para lograr nuestro objetivo. Podemos compararnos con los deportistas, que no pueden alcanzar la victoria sino es a través de mucho esfuerzo y privaciones. San Pablo en una de sus cartas también nos hace esa comparación con respecto a nuestra relación con Dios. ¿No saben que en las carreras del estadio todos corren, más uno solo recibe el premio? ¡Corran de manera que lo consigan! Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible.” 1Corintios 9, 24s San Pablo nos llama la atención del deportista que es capaz de privarse de cosas innecesarias, en fusión de una corona corruptible. Cuanto más deberíamos nosotros esforzarnos y privados de cualquier cosa, por algo más grande, que es nuestra felicidad en esta tierra y además la Vida Eterna. Para lograrlo debemos aplicar a nuestra vida orden y disciplina y no dejar que nuestros caprichos nos dominen. Tomemos en serio nuestra relación con Dios y obtendremos el ciento por uno en esta vida y además al final la Vida Eterna.

LOS ANGELES EN AT

lunes, 6 de junio de 2016

Posponer


La procrastinación, del latín: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro, el diccionario de la Real Academia de la Lengua lo define como postergación o posposición.  En esencia es el hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes pero agradables. Puede ser un trastorno del comportamiento que tiene su raíz en la asociación de la acción a realizar con el cambio, el dolor o la incomodidad. El término se aplica comúnmente a la ansiedad generada ante una tarea pendiente de concluir que  se pospone,  porque es percibida como abrumadora o estresante. Por supuesto, esto despierta todo un aparato psicológico de  auto justificación para racionalizar la postergación a un futuro  idealizado, que nunca llega. Cuando hemos sentido el llamado de Dios para cambiar, muchos de nosotros empezamos a procrastinar. Buscamos cualquier excusa que podamos racionalizar para no realizar el cambio, aunque reconocemos que es bueno y necesario hacerlo. Jesús tuvo que enfrentar mucha procrastinación durante su predicación.  A continuación presentamos un texto que nos presenta esto: “¿Con quién puedo comparar a los hombres del tiempo presente? Son como niños sentados en la plaza, que se quejan unos de otros: ''Les tocamos la flauta y no han bailado; les cantamos canciones tristes y no han querido llorar. ‘Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y dijeron: Está endemoniado. Luego vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: Es un comilón y un borracho, amigo de cobradores de impuestos y de pecadores. Sin embargo, los hijos de la Sabiduría la reconocen en su manera de actuar.” Lucas 7,32-35  No sigamos posponiendo, ni buscando excusas para entregar nuestra vida a Jesús, porque tenemos todo para ganar y nada que perder.

domingo, 5 de junio de 2016

Examen de conciencia



 En nuestra vida tenemos metas de diversos plazos. Pero todas ellas deben responder a la finalidad única de que nuestra existencia alcances nuestros propósitos. No podremos alcanzar este propósito final sin tener un plan definido de que queremos alcanzar en nuestra vida y a ese plan aplicarle un control de calidad. 
 Podemos definir el control de calidad como todos los mecanismos, acciones, herramientas realizadas para detectar la presencia de errores. Nuestra existencia es muy valiosa para desperdiciarla llevándola como una hoja llevada por el viento. Es importante que tengamos un plan de vida en el que podamos plantearnos que esperamos de nuestra existencia. Una vez que establezcamos ese plan debemos buscar un medio por el cual podemos aplicar el control de calidad a esas expectativas que nos hemos presentado a nosotros mismos.
Nuestro señor Jesucristo vino a presentarnos un plan de vida por el cual Él nos garantiza qué vamos a alcanzar la felicidad en esta vida y nos promete que al final de ella tendremos la vida eterna. Pero para llevar adelante este plan es necesario que primero nos sentemos a hacer cálculos y analizar si con lo que estamos haciendo hoy en día podemos alcanzar esta meta.
 Jesús nos los plantea con esta simpática figura: ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: 'Este comenzó a edificar y no pudo terminar'. Lucas 14, 28ss
Qué triste para nosotros que al final de nuestra vida escuchemos la carcajada burlona de nuestro enemigo el Diablo por no haber construido nuestra vida con Dios.

Vigilar nuestras metas


La voluntad como toda facultad, si no se usa, puede atrofiarse. Existen muchos peligros hoy en día que no nos dejan ejercitar nuestra fuerza de voluntad, quisiera que analizáramos tres enemigos que en muchas ocasiones impiden que logremos realizar nuestros buenos propósitos.
El primer enemigo es decir, la falta de confianza en nosotros mismos. Al proponernos un ideal nos puede parecer tan alto que lo convertimos en un sueño, en una idea buena, pero inalcanzable. No nos sentimos capaces de llegar nunca a nuestra meta y nos descorazonamos antes de comenzar. No se trata de ser ingenuos y pretender alcanzar nuestras metas sólo con buenos deseos, pero si tener confianza que con la ayuda de Dios los podemos lograr.
El segundo enemigo es la soberbia que se manifiesta en la resistencia a dejar de ser como soy para transformarme en lo que Dios quiere que sea. Es una soberbia sutil, encubierta de buenas formas y que desemboca en una actitud de comodidad porque sabemos que el cambio implica sacrificio.
El tercer enemigo son nuestros sentimientos cuando los convertimos en nuestra única guía para actuar. Me convierto en una persona reactiva. Hoy me levanto con una gran ilusión pero si me ocurre algo en el camino me siento herido y me desanimo.
San Pablo nos presenta un panorama de lo que es enfrentar las dificultades con Cristo: “Yo sé vivir tanto en las privaciones como en la abundancia; estoy hecho absolutamente a todo, a la saciedad como al hambre, a tener de sobra como a no tener nada. Yo lo puedo todo en aquel que me conforta. Filipenses 4, 12s En resumen, no le hables a Dios lo grande que son tus problemas diles a tus problemas lo grande que es Dios.

Dios rico en misericordia


El próximo domingo celebramos la fiesta de la Divina Misericordia, por lo que es bueno meditar sobre ello. Uno de los términos en hebreo con que el AT indica la misericordia es rehamîm, que designa propiamente las "vísceras" (en singular, el seno materno); pero que en sentido metafórico se expresa para señalar aquel sentimiento íntimo, profundo y amoroso que liga a dos personas por lazos de sangre o de corazón, como a la madre o al padre con su propio hijo. El profeta Jeremías nos lo manifiesta de manera hermosa: “¿Es un hijo tan caro para mí Efraín, o niño tan mimado, que tras haberme dado tanto que hablar, tenga que recordarlo todavía? Pues, en efecto, se han conmovido mis entrañas por él; ternura hacia él no ha de faltarme - oráculo de Yahvé -.” (Jeremías 31, 20)
En la Biblia se usa la analogía (comparación) para designar un misterio que supera nuestra capacidad intelectual. Compara el amor y la misericordia que surge de nuestras entrañas por nuestros hijos con el amor que nos tiene Dios. Pero como toda analogía (sobre todo para con Dios) a pesar de ser adecuada para designar el misterio, también es sano reconocer sus límites. La misma Biblia nos lo manifiesta con un hermoso texto que si meditamos a profundidad puede resultar conmovedor hasta las lágrimas.
“¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido.” (Isaías 49,15)
El misterio de Cristo es la máxima manifestación de la Misericordia divina. En su Rostro podemos con confianza buscar el rostro del “Padre misericordioso y Dios de toda consolación” (2Corintios 1,3). Porque Jesús nos hace visible al Dios invisible.

Perdónanos Señor


La moda hoy en día es ser irresponsable. Queremos vivir como nos da la gana pero no nos gusta asumir las consecuencias de nuestros actos. Hacemos todo lo posible por justificar nuestras acciones y convencernos a nosotros mismos (y a los demás) de que lo que hemos hecho es bueno y razonable, aunque no lo sea en absoluto. Cuando hacemos algo inmoral, la mayoría pensamos que, si lo hemos hecho, debe existir una buena razón para ello, e intentamos por todos los medios encontrarla, incluso aunque nos la tengamos que inventar, creyéndonos nuestra propia invención. Eso se debe a que normalmente no nos sentimos responsables de lo malo que hacemos. Cuántas veces hemos escuchado estas palabras del Señor: Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 34), sin que nos sintamos en lo más mínimos aludido por ellas. Frente a la dolorosa Pasión del Señor nos escondemos pensando en la maldad de los romanos o de los judíos de la época. O tal vez, culpamos a los que no creen o a los que no van a la Iglesia. Siempre son otros los responsables; ¡nunca soy yo el responsable! Pero ¿cómo puedo ser perdonado sino reconozco mi pecado? y ¿Cómo puede reconocerlo sino me siento responsable de Su dolorosa Pasión? Por eso en esta Semana Santa cuando meditemos la Pasión de nuestro Señor Jesucristo recordemos las palabras del salmista: Contra ti, contra ti solo pequé, hice lo que es malo a tus ojos…Oremos: Dios todopoderoso y eterno, que has querido entregamos como ejemplo de humildad a Cristo, Salvador, hecho hombre y clavado en una cruz, concédenos vivir según las enseñanzas de su pasión, para participar con Él, un día, de su gloriosa resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Fortalecer la Voluntad


El diccionario de la RAE nos define la voluntad de la siguiente manera: " Facultad de decidir y ordenar la propia conducta." En esta definición nos encontramos con dos palabras claves, decidir y ordenar. Por decidir admitimos que tenemos la capacidad de poder optar por algo o no y por ordenar decimos que está conducta debe ser dirigida y no puede ser como una hoja llevada por el viento. Por lo tanto, nosotros como seres humanos pensantes, tenemos el deber de ejercer nuestra voluntad para decidir y ordenar. Un principio básico y fundamental de nuestra vida la posibilidad de decidir, qué es lo que llamamos libertad, que por supuesto conlleva responsabilidad. Porque cada decisión que tomamos tendrá consecuencias hacia nosotros mismos y a los demás. Por ello, como nos dice la definición, esta libertad debe ser ejercida en función de un ordenamiento que permita que cada decisión pueda ser asumida con plenitud. Visto en esta perspectiva es muy importante reflexionar sobre qué principios orientan nuestra voluntad. De lo contrario, nuestra vida está como nos cuenta el apóstol san Pablo, que estaba su vida antes de conocer a Cristo: "Todos nosotros también nos comportábamos así en otro tiempo, viviendo conforme a nuestros deseos carnales y satisfaciendo nuestra concupiscencia y nuestras malas inclinaciones, de manera que por nuestra condición estábamos condenados a la ira, igual que los demás." (Efesios 2, 3). Si después de un examen de conciencia vislumbramos que algunas áreas de nuestra vida se encuentran bajo los parámetros que nos describe san Pablo, es tiempo de que empecemos a trabajar en fortalecer nuestra voluntad, de manera tal que no sean el placer o la comodidad los únicos elementos de juicio para tomar el rumbo de nuestra vida.

Suicidio


La Organización Mundial de la Salud, indica que cada año se suicidan más de 800.000 personas. En Panamá según el Ministerio de Salud, la tasa promedio es de 5,6 personas por cada 100.000 habitantes. En los últimos años, se ha dado una mayor incidencia en casos de suicidio por parte de jóvenes que oscilan entre los 15 y 29 años de edad, teniendo mayor tendencia el sexo masculino.
El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar su vida, que es un don, que Dios nos ha confiado para que lo administremos con sabiduría. Por ello el suicida no solo se hace daño a mismo, sino que también priva injustamente a sus familiares y amigos de su presencia.

¿Por qué se suicidan las personas? No lo sabemos a ciencia cierta. Sin embargo, en algunas ocasiones los trastornos síquicos graves, la angustia, el temor, o el sufrimiento pueden conducir a una persona a tomar esta lamentable determinación. Mucha de la angustia que sufre el ser humano hoy día, no es producto de los problemas o las dificultades que puedan existir a su alrededor, sino de sus esfuerzos infructuoso por buscar un sentido último y más elevado a su existencia. Por ello, es de vital importancia saber orientar nuestra vida en pos de un fin que pueda satisfacer nuestras ansias de sentido y propósito.

El vacío existencial que lleva a una persona a la angustia no es más que la ausencia de Dios en su vida. Mientras sigamos mendigándoles a las criaturas lo que solo el Creador nos puede brindar, estaremos perdidos en una constante insatisfacción. Como nos enseña nuestro padre San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en ti..." (Confesiones).



Disciplina


En algunas ocasiones hemos escuchado la palabra hedonismo. Consultamos el diccionario la Real Academia de la Lengua Española que nos dice: "Doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida." En nuestra sociedad se da la confusión entre placer y felicidad. Para muchos hoy en día son sinónimos, no puede haber felicidad si no tenemos placer. Esto provoca una confusión, porque si para obtener esa felicidad, que todos anhelamos, es necesario buscar el placer por el placer mismo, obtenemos como resultado una sociedad hedonista. El placer es parte integral de nuestra vida, pero dentro de un sano equilibrio. Es allí donde juega un papel inestimable la disciplina, que es una herramienta que nos va a permitir vivir la virtud de la templanza. Qué es la virtud moral que modera la atracción a los placeres y procura un sano equilibrio del deseo de los bienes creados. La Biblia nos habla al respecto: "Hijo, a lo largo de tu vida ponte a prueba, mira lo que te hace daño y no te lo permitas. Pues no a todos les conviene todo, y no a todo el mundo le gusta lo mismo. No seas insaciable con los placeres, ni te abalances sobre la comida, porque el exceso de comida produce enfermedad, y la glotonería acaba en cólicos. Muchos han muerto por intemperancia, pero el que se cuida prolonga su vida." Sirácidas 37, 27-31 Durante la Cuaresma la Iglesia nos invita a la abstinencia como privación de alguna cosa que nos agrada, como medio de disciplinarnos y ejercitar la templanza. Con la ayuda de Dios, a través de ella nos liberamos de esclavitudes que nos subyugan. La felicidad va en comunión con la libertad interior, que obtendremos cuando nos liberemos del hedonismo.

Amabilidad


Los últimos años hemos percibido un aumento generalizado de la tensión nerviosa en los ciudadanos de nuestro país. En particular en la ciudad capital, dónde el congestionamiento vehicular, en ocasiones hace que surja lo peor de nosotros, mientras conducimos. Personas de todas las razas, edades y condición social, se transforman en gladiadores en medio de las avenidas de nuestra ciudad. Nuestras calles se transforman en campo de batalla, en el que se lucha por llegar lo antes posible. Lo lamentable es que no percibimos qué parte de esa ofuscación, la llevamos a nuestros hogares sitios de trabajo y lugares de esparcimiento, contaminándolo todo con una indeseable agresividad. En medio de esta vorágine, pareciera que muchos de nosotros hemos olvidado practicar la virtud de la amabilidad. Las Sagradas Escrituras nos recuerda: Que no hablen mal de nadie ni sean pendencieros, antes bien amables, y que se muestren bondadosos con todos.” Tito 3,2
Esta virtud nos lleva a preocuparnos por las demás que se cruce en nuestro camino, sabiendo que todos los seres son amados por Dios. Gracias a la amabilidad podemos con pequeños gestos, alegrar la vida de las personas. Al esforzarnos por ejemplo, en demostrarle amor y comprensión al que está triste o necesita nuestra ayuda, aunque no esté a nuestro alcance resolver sus problemas.
Debemos esforzarnos por ser amable en la relación de pareja, con nuestros hijos, que muchas de su autoestima depende del trato que los padres le brindemos y finalmente nuestros familiares, amigos y conocidos que esperan de nosotros consuelo, comprensión y cercanía. Como nos dice la Biblia: “Hay tres cosas que me gustan, que agradan a Dios y a los hombres: concordia entre hermanos, amistad entre vecinos, mujer y marido que se llevan bien.” Eclesiástico 25, 1