jueves, 18 de agosto de 2016

Humildad



Para alcanzar un sano equilibrio en nuestro desarrollo personal es indispensable vivir la virtud de la humildad. Por medio de la humildad logramos reconocer nuestras fortalezas y debilidades, sin vanagloriarnos de ellas. La soberbia es el vicio contrario a la humildad y tiene diversas manifestaciones, pero en esencia consiste en una distorsión de la realidad de sí mismo. No sólo se es soberbio cuando nos gloriamos de nuestras habilidades sino también cuando lo hacemos de nuestra incapacidad. La persona humilde aprende a ver con naturalidad su realidad, que lo lleva a un conocimiento personal profundo. El humilde no es aquel que se conforma con el estado actual de las cosas, sino el que trata de ser sincero consigo mismo buscando su verdadera identidad, para que partir de ahí, buscar la mejora continua. La soberbia es la madre de la mediocridad porque aquel que considera que está muy por encima del nivel que se encuentra, normalmente establece una fachada para ocultar su impotencia. La Biblia lo describe de la siguiente manera: “La soberbia de un hombre lo humillará, el humilde conservará su honor.” Proverbios 29, 23. La Escritura nos invita a ser muy prudente a este respecto: “¿qué tienes que no hayas recibido de Dios? Y si lo has recibido ¿porque te glorías como si no lo hubieras recibido? 1Corintios 4,7. Jesús es el Mesías humilde, en total dependencia de su Padre que vive plenamente esta virtud y nos enseña: Tomad sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaran descanso para sus almas.Mateo 11, 29. Para crecer en la humildad necesitamos la oración y meditación. Por este el camino fue que tantos santos buscaron imitar la humildad de Jesús.

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