El bautismo que recibió Jesús de manos de Juan el Bautista es completamente diferente al que recibimos nosotros hoy día. El bautismo de Juan era bautismo de conversión y preparación para la venida del Mesías como lo dice Lucas 3,3 “Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados.” Y Mateo 3, 3 “Este es aquel de quien habla el profeta Isaías cuando dice: ‘Voz que clama en el desierto preparen el camino del Señor’.” El bautismo de Juan es bautismo de agua solamente, como nos dice Mateo 3, 11 “ Yo los bautizo con agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarles las sandalias. El los bautizara en Espíritu Santo y fuego. Juan bautiza a Jesús para cumplir con la voluntad de Dios. Porque como nos dice el mismo Juan Bautista: “Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel.” (Juan 1, 31) Esta frase es muy insinuante porque por el parentesco que su madre tenía con la madre de Jesús, es probable que haya visto a Jesús en el pasado. Sin embargo, no es hasta este momento que se percata quien es en realidad Jesús y por ello lo da a conocer. Esta celebración nos debe llevar a meditar si al igual que Juan hoy nosotros conocemos a Jesús. Tal vez conocemos intelectualmente su existencia y hasta aprendimos algunas cosas que se enseñan acerca de Él. Pero el conocimiento a que se refiere Juan es algo mucho más profundo. Por eso a partir de ese conocimiento es que en el bautismo de Juan se inaugura lo que llamamos la vida pública de Jesús o la predicación del Reino de Cielos. Esto inicia por el testimonio de otro, al igual nosotros conocimos a Jesús porque otro nos dio testimonio Él. Debemos preguntarnos ¿me ocupo de presentar a Jesús a los demás?